martes, 20 de mayo de 2008

MUJER CORAJE

-Primera parte-

Tras una larga noche, de miedo y preocupación, amanece en un degradado lugar de Angola. En el aire se puede respirar aún la batalla vivida en las cercanías del poblado.
Domitila, una chica de dieciséis años vive en las costas angoleñas junto a su familia, compuesta por su padre Desideiro, cuatro hermanas y dos hermanos, todos ellos menores. Dos años atrás, falleció su madre a manos de la guerrilla mientras estaba trabajando la tierra.
Desideiro, el padre de la joven muchacha, ansiaba un buen futuro para ella. La chica se levantaba muy temprano, hacía sus quehaceres y posteriormente se dirigía al lugar donde recibía con ahínco sus clases.
A pesar de tener apenas dieciséis años, era una chica bastante aplicada, la primera de su clase, tan solo faltaban tres meses para llegar al desenlace escolar , y al año siguiente tendría que ir a la universidad, ella conocía perfectamente la situación económica por la que estaba pasando su familia, por ello por las tardes mientras su padre se dedicaba a la pesca, ella se iba al mercado y vendía el pescado capturado con anterioridad. Con el dinero que ganaba compraba la comida de la casa.
Desde que cumplió los quince años, no pasaba un día en el que no se acercara un señor del poblado ofreciéndose como futuro esposo de Domitila, su padre se encargó de rechazar una tras otra todas las ofertas de matrimonio.
Todo iba de maravilla en Alanganga, los ciudadanos del minúsculo pueblo casi habían logrado olvidar que el país se encontraba en medio de una guerra civil, hasta que un día emergieron de entre los árboles decenas de camiones repletos de soldados armados, rápidamente los reconocieron por las iniciales M.P.L.A , era el grupo de oposición al régimen más cruel y sanguinario que jamás había existido en la historia de Angola, venían en busca de reclutas, se llevaron a la mayoría de los niños que consideraban aptos para la lucha. A los demás, los mataban y a algunas mujeres se las llevaban como premio, los padres que intentaron oponerse a esta situación fueron ejecutados de inmediato, quemaron las chozas del poblado, arrasaron con todo lo que encontraron a su paso y tal como vinieron, se marcharon, el pueblo había quedado cubierto de cenizas, no quedaba piedra sobre piedra, la familia de Domitila corrió la misma suerte que la mayoría de los ciudadanos.
Domitila, que estaba saliendo del colegio, vio como un convoy regresaba en dirección de su poblado y se apresuró a esconderse entre los matorrales alejándose así del camino. Justo cuando pasaron por delante de ella, levantó levemente la mirada y contempló las iniciales M.P.L.A en el lateral de uno de los camiones, entonces un intenso escalofrío le recorrió el cuerpo, sabía que nada bueno podría haber pasado, cuando los camiones se perdieron en el horizonte, la muchacha salió de su escondite, soltó los libros sin remordimiento y corrió lo más rápido que le permitieron sus delgadas piernas, mientras corría cabizbaja, emanaban lágrimas de sus ojos, ya estaba muy cerca así que decidió levantar la cabeza, al hacerlo vio como una cortina de humo se levantaba horizontalmente y se perdía en lo alto.
Cuando llegó al poblado contempló la matanza, se llevó las manos a la cabeza, era inevitable no llorar, se le hizo un nudo en la garganta de la impotencia, recorrió todo el poblado hasta que llegó a lo que era su casa, allí contempló el cadáver de su padre y de sus cuatro hermanas, y entonces se derrumbó, el dolor era insoportable, el pulso y el latir del corazón se le aceleró y en un arrebato se limpió las lágrimas e hizo honor a su nombre, cogió el cadáver de sus familiares, al igual que el de todos los habitantes del pueblo hizo con ellos una gran montaña, esparció un líquido inflamable alrededor de los cuerpos sin vida, levantó la cabeza mirando al cielo, pronunció unas palabras y acto seguido prendió la montaña, el fuego podía contemplarse a miles de kilómetros de distancia.

-Segunda Parte-

La joven muchacha se había quedado sola y desamparada, ¿qué hacer? ¿a quién acudir?, eran preguntas que no tenían fácil solución. Domitila pasó la noche entre las cenizas de su antiguo poblado, el frío y los extraños ruidos no la dejaron apenas dormir. Con los primeros rayos de sol como de costumbre, la muchacha se despertaba pero esta vez iba a ser diferente, abrió los ojos y desde lo más profundo de su corazón deseo que todo hubiera sido un sueño, el olor a quemado aun se sentía, las ruinas del poblado permanecían allí y entonces, lloró, se levantó y desamparada abandonó el poblado sin dirección establecida, caminó y caminó hasta que llegó a las afueras de la capital, Luanda, allí se encontró a un grupo de personas encaramados a un enorme camión, uno de ellos la reconoció y la animó a subirse y esta hizo lo propio, el chico era Renato un antiguo compañero de clase, este le contó que su poblado había sido arrasado por un grupo de soldados.
El muchacho llevaba colgando de los hombros un pequeño bolso en el cual guardaba el uniforme de uno de los soldados al cual había matado.
De repente el camión se detuvo dentro de la capital y todos los tripulantes a bordo se bajaron, los dos muchachos caminaron hasta llegar a un pequeño estando, Renato le pregunto a Domitila si tenía hambre y esta le contestó que si, entraron y comieron hasta la saciedad, el coste de los alimentos consumidos superaba 2,500 kwanzas, el muchacho sacó un fajo de billetes del bolsillo y pagó la factura, al salir Domitila le preguntó que de donde había sacado tanto dinero y este le contesto que se lo había encontrado dentro del uniforme de soldado que tenía metido en la bolsa.
La guerra que sufría entonces Angola estaba destruyendo el país poco a poco, el chico le habló a Domitila de Europa, un lugar maravilloso en donde la guerra no existe, en donde la gente vive en armonía, en paz, en donde el trabajo es abundante, y en donde poder comenzar con la carrera universitaria, también le contó que tenía un tío que vivía en unas islas denominadas afortunadas, Cesar el tío vivía en la más bonita de todas, Tenerife, y cada año el muchacho recibía una postal del precioso lugar.
Domitila ansiaba llegar a aquel lugar algún día para poder continuar con sus estudios. Renato quería cruzar la frontera por el noreste superar congo y Gabón
llegando a las costas guineo ecuatorianas, a un territorio denominado Bata.
En teoría el plan era fácil, lo más difícil era lograr salir del país sin ser detenidos ya que los soldados de la oposición controlaban la frontera del noreste .
Domitila le sugirió que se pusiera el traje, que alquilara un coche con el dinero que le sobrara y que intentara cruzar así la frontera, el riesgo era tremendo ya que si descubrían que eran impostores, serían decapitados de inmediato.
Siguieron los planes previstos, alquilaron un coche y se dirigieron a las fronteras, cuanto más se aproximaban más nerviosos se ponían, cuando llegaron dos soldados se acercaron a ellos apuntándoles con un rifle, el nerviosismo y el miedo de los muchachos era ya incontrolable, levantaron las manos y uno de los soldados les animó a bajarse, estos hicieron lo propio, el soldado más cercano le preguntó a Renato que a donde se dirigían y porque, el muchacho no consiguió decir una palabra de lo nervioso que estaba, las piernas le temblaban, y entonces se apresuro a contestar Domitila diciendo que iban a comprar tabaco y bebidas alcohólicas al mercado de Congo para los soldados de su pelotón, los dos soldados se alegraron de tan buena noticia y sin más entretenimiento los dejaron pasar. Cruzaron la frontera y se perdieron en el horizonte.

2 comentarios:

Luis Miguel Acosta dijo...

Miguel, una historia bonita. Siempre hay que buscar fuerzas y ánimo para seguir, y mirar cerca, al lado, porque de quien menos piensas surge el milagro.

La perdida dijo...

hola MigueL,
yo soy de bata, guinea equatorial. Me ha encantado la historia. Me he quedado con ganas de saber mas...tienes un final de la historia? es basado en vida real? porfavor contestame :afrikeys@hotmail.com